Siglo V a. C.

El misticismo matemático de Pitágoras, por muy influyente que creamos que fuera, encontró pocos seguidores en el ajetreado mundo de la antigua filosofía griega. La mayoría de los pensadores de la época afirmaban que detrás del mundo que experimentamos debía de haber una única fuente de la que provenía todo lo demás, y que debía ser una sustancia material. Tales de Mileto, el primer filósofo griego afirmó que era el agua; Heráclito pensaba que el fuego, y otros tenían opiniones diferentes.

Empédocles (c. 495 - c. 432 a. C.), el hombre que combinó esas creencias en una síntesis perdurable, nació en la colonia griega de Akragas en Sicilia. Tomó parte activa en la agresiva política de su ciudad natal y se exilió a Grecia, donde supuestamente se suicidó lanzándose al cráter del Vesubio. En algún momento de su agitada vida encontró tiempo para escribir dos largos poemas: Las purificaciones, y Sobre la naturaleza de los seres, el primer alegato de la teoría de los cuatro elementos.

Para Empédocles, la gran diversidad del mundo mostraba que no podía existir una única fuente de todo. En su lugar, cuatro sustancias básicas -fuego, aire, agua y tierra- componían todas las cosas al combinarse y separarse. Empédocles estaba en parte en lo cierto; cuando los científicos hoy en día describen el mundo como hecho de sólidos, líquidos, gases y energía, están usando la misma clasificación, pero con otros nombres.

Fue en las emergentes tradiciones del ocultismo occidental donde la teoría de Empédocles encontró su morada. El hábito de dividir el mundo en cuatro categorías de cosas ardientes, etéreas, acuosas y térreas ha sido tan útil para magos, adivinos y otros ocultistas que los cuatro elementos han sido con mucho el conjunto de símbolos más influyente en la teoría y práctica del ocultismo.


Véase también:

Autor: John Michael Greer © El Ocultismo

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