La usamos para expresar nuestra alegría, nuestra amargura o nuestra tristeza. A veces censurada, a veces bien aceptada y sin embargo no sabemos realmente de donde viene esta famosa expresión.

No ha sido posible establecer con precisión en qué parte fue que nació el término carajo, ni cómo ni por qué, siendo, como es, uno de los vocablos más comunes de nuestro idioma, de los más expresivos y útiles, al que la gente acude recursivamente para decir cualquier cosa, tanto buena como mala.

Es antónima de sí misma. Es casi hermafrodita. Puede significar, simultáneamente, lo negativo y lo positivo. ‘No valer un carajo’ es lo contrario de ‘valer un carajal’. Todo depende del sentido de la frase, pero, sobre todo, de la entonación que le pongan. ‘Estar del carajo’ es un elogio que se hace por igual a una novela, un vestido o una muchacha. ‘Irse al carajo’, en cambio, es una desgracia.

Lo cierto es que, con el paso del tiempo, el término perdió su connotación de palabra ofensiva y se volvió imprescindible en nuestro lenguaje cotidiano, incluso en las charlas de familia. Ya tiene hasta un sentido de afecto y ternura en o: ‘Ahí te mando esa carajadita de regalo. No será mucho, pero es con cariño’.

El Origen



Se le denominaba así a la pequeña canastilla que se encontraba en lo alto de los mástiles de los navíos antiguos españoles (y que todos hemos visto por televisión alguna vez) y donde los vigías observaban el horizonte en señales de tierra o de algún otro barco. Por su ubicación en un sitio de mucha incomodidad dada la soledad y el fuerte movimiento del navío porque ahí se siente en mayor grado el movimiento lateral de un barco de vela (lo que causaba mareos al más veterano). Pero no estaban ahí por algún motivo de buena o mala suerte, pues era considerado un lugar de castigo para aquel que cometiera algún delito o infracción.

La persona en cuestión subía a cumplir horas y hasta días enteros en el "Carajo" (no exagero) y luego al bajar estaba tan mareado que estaba tranquilo unos días. Después de tal castigo se comportaba bien aparte de para no volver arriba: por su estado deplorable. Es por ello que viene la expresión de "mandar al Carajo" a alguien en la actualidad. La persona quedaba "Hecha un Carajo" (muy mal).

Pero la mitología popular es infinita. En tiempos de Cristóbal Colón, los navegantes inventaron que el carajo ya no era una canastilla, sino una isla lúgubre perdida en mitad del mar Caribe, en la que bajaban a los tripulantes indisciplinados, abandonándolos a su suerte. Puras embusterías. La única relación comprobada que hay entre el mar y el carajo es una vela cuadrada, llamada ‘caraja’, que los pescadores mexicanos despliegan cuando sopla mucho viento.



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F.Gammadis

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